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Mayo/2017

Anecdotario de Mamá&Bebé.

Este es nuestro homenaje a las colaboradoras mamás en su día

Mi hija mayor, Lucía, tiene 10 años. En este tiempo no ha dejado de asombrarnos con sus pensamientos ingeniosos y su ternura. Pero si tengo que destacar un recuerdo de entre todos, me retrotraigo a su primer mes de vida. En ese entonces ambas estábamos luchando con la lactancia. Era una batalla campal aquello. A mí me dolía, ella tenía hambre. En una tarde soleada de febrero, en la decimoctava vez que le daba el pecho sentada en nuestro sillón bordó (puedo recordarlo como si fuera hoy) y Lucía me sonrió por primera vez. No fue una sonrisa social, ni un reflejo. Nos miramos, y cual cómplices de un secreto, ella me sonrió. Desde entonces supe que todo iba a marchar bien, y así fue.
Claudia López (psicóloga)


La primera noche con cada una de mis hijas es algo que jamás voy a olvidar, pasar de ser dos a tres y de tres a cuatro en algunas horas, es de las cosas que más me movilizó.
Estar 9 meses esperándolas, particularmente en mi segundo embarazo en donde tuve una situación bastante difícil, con un embarazo de riesgo, fue muy movilizador. Poder estar 100% para ellas, observarlas, tocarlas y abrazarlas y conocer a mi marido en su papel de padre. ¡Fue maravilloso!
Analía Martín (nutricionista)


El otro día encontré este juego para hacer con nuestros hijos. Al principio pensé: ¿será muy chico Gadú (4 años)? Me animé y nos reímos mucho. La idea es hacerles estas preguntas a ellos y ver que te responden. Algunas me sorprendieron, otras me dejaron bien parada jaja y derretida de amor.
1. ¿Cuál es el nombre de tu mamá? Jacinta
2. ¿Ella es gorda o flaca? Flaca
3. ¿Alta o baja? Alta
4. ¿Qué le gusta comer? Morrón
5. ¿Con qué le gusta vestirse? Bikini
6. ¿Cuántos años tiene? 31
7. ¿Cuántos kilos pesa? 58
8. ¿Qué te gustaría regalarle? Un beso
9. ¿Quién ama a mamá? Gadú
10. ¿Mamá que es? Una persona que se casa
11. ¿Qué te dice siempre mamá? ¡Qué rica la comida!
Jacinta Luna Lussich (cocinera)


Soy Cecilia, mamá de Juan Ignacio de seis años y Guillermo de dos. Soy Profesora de Educación Física y trabajé durante muchos años en clases de iniciación al medio acuático con niños de 2 años. Recuerdo que siempre le recomendaba a los papás que no fueran a ver a sus hijos en las primeras clases ya que los niños estaban en un proceso de adaptación, conociendo un medio diferente y desconocido como el agua, donde muchas veces ver a sus papás afuera los angustiaba y no permitía que el proceso se diera naturalmente.
Juan Ignacio comenzó a sus dos años a concurrir a clases de natación junto con el jardín, yo estaba muy emocionada y con muchas expectativas. Luego de hablar con las maestras y expresar mi ansiedad, le dije que no iría el primer día. Cuando lo fui a buscar al jardín quería que me contara su primera experiencia, pero él estaba tranquilo y no me dijo mucho de la piscina.
Decidí ir a la segunda clase para ver cómo marchaba, sabiendo que no era lo mejor y que tal vez no estaría dentro del agua. Como era de esperar él estaba en el borde con mucho miedo y no quería saber de nada con entrar al agua, cuando me vio comenzó a llorar, decía mamá. Yo traté de animarlo, pero quería venir conmigo, lloraba, y realmente no disfrutó de la actividad. Indudablemente me quedé angustiada.
Cuando lo fui a buscar al jardín, lo hablé con las maestras. Acertadamente me dijeron que esperara unas 4 o 5 clases, que siempre pasaba con los niños, lo mejor es esperar un poco y después ir a velos.
Luego de varias semanas fui nuevamente a la piscina con mucha expectativa y allí estaba Juani en el agua, se trasladaba acompañado del profesor, estaba contento, disfrutando del agua. Al verme quedó feliz y me mostraba todo lo que podía hacer. La mamá emocionada lloraba. Simplemente había que darle su tiempo.
Cecilia Raimondo (Prof. Educación Física)


Morella tiene 3 años. Acá en la foto, estamos dando vueltas en una calesita, yo estaba más mareada que ella. Cuando bajamos me miro y me dijo: ¿mamá estas bien?, ¿te estas yendo para el costado? Y como no me voy a ir para el costado, si estoy re mareada, le dije. Y pensé, como les gusta a los niños/as girar hasta marearse. Hasta que en seguida escucho: ¡otra vez! Y por supuesto volvimos a girar las dos juntas para no olvidar que el suelo se mueve, aunque lo veamos quieto, porque la vida se mueve siempre.
Siempre escribí las frases que Mateo (8 años) decía mientras crecía. Las que me llamaban la atención por su poesía; como que “el sol tiene pestañas” o las certezas que “cuando estaba en tu panza, hacía un calor insoportable”, o las sabias reflexiones “la comida no va a la panza, va a la cabeza porque se crece desde arriba”. Observaciones como: “estos peces no están durmiendo porque tienen los ojos despertados”, o las cosas que podes “yo camino en el viento y me despeino”, “mi voz se está empezando a romper (te estas quedando afónico). Así como los pedidos que se acaban: pedí perdón!, -“no, se me acabaron los perdones”. Bueno y muchas más, como aquella que al decirte la Abela jugando: ¡Pélate de acá que estoy con aceite!, le dijiste no, yo no tengo cáscara y nos morimos de risa...
Soledad Vieytes (Psicóloga)


Tengo cuatro hijos, dos niñas y dos niños. Sus nombres son: Malena, Matilde, Teo y Tomas. Elegí dos anécdotas porque escribir sobre los cuatro llevaría mucho más. Veníamos en el auto con mi hija mayor que hoy tiene 13 años, por entonces tenía unos 3. Era casi de noche. Habíamos pasado el día en la playa, estábamos todos muy cansados y veníamos en silencio. De pronto veo por el espejo que ella sostenía en la mano un caracol de mar que habíamos recogido juntas. Lo acercaba a su oído, lo miraba, lo daba vueltas en la mano y lo volvía a mirar. De pronto empezó a gritar “¡Tenemos que regresar! ¡Tenemos que regresar!”. Le preguntamos por qué teníamos que regresar, ya estábamos lejos y no era posible. Nos miró seria y contestó: “¡Trajimos sólo la casita, se nos cayó el caracol, se nos cayó!”
A mi hija de 9 años cuando tenía 6, se le empezaron a caer los dientes. Cada noche esperaba al ratón Pérez con muchas ansias, y el ratoncito nunca le fallaba. Siempre intentó conocerlo pero nunca podía verlo en persona. Era muy astuto y silencioso. Algunas noches dejaba queso además de sus dientes, siempre con la ilusión de despertarse y sorprenderlo en plena acción. Al término de unos meses tenía acumulado un capital importante fruto de sus ahorros con los dientes caídos. Ya no tenía mas dientes para el ratoncito. Estaba triste porque esas visitas nocturnas se terminarían. Fue así que un día descubrí una carta que escribió con letra casi inteligible y puso bajo su almohada: “Ratón Pérez: me están creciendo nuevos dientes, si me dejas conocerte te los guardo”.
Yohana Sampietro (psicóloga)


Ser madre de tres niños es maravilloso, cada día es un sin fin de aventuras y oportunidades pero por momentos uno se encuentra en un mundo "caóticamente hermoso": tener tres conversaciones simultáneas, salir sola con los niños y sentir la falta real de una mano, descubrirte almorzando parada o tomando el café con leche helado, pasar de llevarte quince pares de zapatos a las vacaciones a olvidarte de llevar ojotas a la playa. Este tipo de cosas son tan cotidianas en mi vida que pasaron a ser normales. A pesar de ese ritmo acelerado en el que vivo, no cambio por nada la vertiginosidad de mi día a día. Agradezco infinitamente la llegada de Martino, Delfina y Valentino a mi vida.
Mariana Casuriaga (maestra)


Estoy embarazada, espero a Paulina. Lo más lindo que me pasó desde que me enteré que voy a ser mamá fue la primera ecografía, donde sentí los latidos de su corazón. Y más lindo aún, fue ver la cara de emoción del padre, se le transformó de golpe. Fue muy emocionante. En la siguiente ecografía, la translucencia nucal, Pauli no paraba de moverse y patalear. Me hicieron cerrar los ojos y pensar en algo que me diera tranquilidad para que quedara más quietita, ¡una divina!
Valentina Baccino (nutricionista)


Estábamos en verano hace ya 11 años atrás, disfrutando unos días de vacaciones en el interior del país. Florencia, mi hija, tenía un diente flojo y para que el ratón Pérez llegara antes, le pidió a su papá que la ayudara a aflojarlo. Finalmente el diente se cayó, con la preocupación de Florencia que estábamos lejos de casa, y se preguntaba si el ratón iba a saber donde estaba ella para poder dejarle su regalo debajo de la almohada. Finalmente el ratón apareció aunque no lo vimos.
Sandra Jegerlehner (psicóloga)


Nunca pensé que iba a ser tan divertido volver a jugar desde la adultez, me resulta súper disfrutable. Disfruto ver sus expresiones de sorpresa, alegría, sus reacciones ante nuevos descubrimientos y aprendo…aprendo muchísimo. Jugar con Simón es una enseñanza en el día a día, sobre sus tiempos, sobre lo que le interesa –o ir descubriendo qué es lo que le gusta-, sobre lo que le despierta curiosidad. En algún momento perdí mi capacidad de asombro, y volver a jugar me permitió sorprenderme de cosas tan cotidianas que pasan desapercibidas. Así, jugando y con los lentes de un niño las cosas se aprecian desde otra perspectiva. Literalmente porque jugamos sentados o tirados en el suelo, y además porque nos aislamos por un buen rato del mundo de los grandes. Usamos el juego como estrategia para lograr alguna cosa: lavarse los dientes, aprontarse para un cumpleaños, irnos de un lugar que es súper entretenido, para convencerlo de levantarse, para cambiar de tema y desviar la atención cuando la cosa se complica. ¡Siempre hay un haz bajo la manga! Jugar también nos ayudó a los dos a ser creativos e inventar con lo mínimo. Me ha tocado sentir un poquito de vergüenza al ver que abre un regalo, deja el juguete a un lado y se queda jugando con la caja. Las cajas y botellas vacías se convirtieron en aliados cuando nos olvidamos de aprontar juguetes, o cuando nos vamos de viaje. ¡Esta fue una de las (tantas) cosas lindas que no me esperaba al convertirme en mamá!
Valeria Roher (Arquitecta)


A mí me quedó corto el embarazo. Feliz hubiera seguido un par de meses más con mi bebé en la panza para poder concretar todo lo imaginado. Me imagine sesión de fotos para usar en la web de Maternarse, fotos para las presentaciones en los talleres de parto, fotos con el papá (como esas de las revistas) y hasta me imaginé con el tiempo suficiente para comprarme un camisón digno. Sí, un camisón divino de diseño. Ya que tengo que usar camisón, ni loca iba a ir al hospital con uno de vieja. Pero bueno uno dispone y los niños deciden: pues tenía cita para retirar mi camisón la tarde del miércoles, y Luciano nació el miércoles a las 10:35 de la mañana jejej nunca llegué. Tal vez parezca raro pero yo estaba feliz cuando empezó mi trabajo de parto. Bueno, en realidad me hubiese gustado que naciera dos días después para concretar lo del camisón, las fotos, un par de baby shower que estaban fijados … y algún detalle más. Pero cuando rompí bolsa (después de la sorpresa) dije: “ya está, si va a nacer, que sea un lindo nacimiento”. “Que sea un nacimiento, placentero, para recordar”. Y así fue. En el hospital surgieron muchas anécdotas divertidas que resolvimos durante el trabajo de parto. Pero lo que recuerdo claramente (y además quedó filmado para confirmar el cuento) fue su nacimiento. Y sí, tanto imaginé su nacimiento que ni loca lo soltaba. Recuerdo como si fuera ayer que cuando nació lo agarré y su espalda era como mi mano, chiquitito, todo arrolladito como si siguiera dentro de mi panza. Era un ovillito, una bolita de lomo recubierta de una cremita blanca. Recuerdo ese unto blanco que lo recubría cuando lo agarre y me lo puse en el pecho. Si, me lo puse (porque lo recibí yo). Recuerdo mirar a mi esposo y con caras maravilladas decirnos “ya está acá”. Obviamente mientras escribo se me escapan algunas lágrimas de solo recordarlo. ¡Cuánta emoción, cuánta alegría ese encuentro! Sin duda el embarazo fue un comienzo mágico que disfruté a pleno, pero desde que nació no deja de sorprenderme ÉL y lo que su llegada generó en nosotros, en la familia y en los amigos cercanos.
Paola de Souza (Prof. Educación Física)


Desde que uno se entera que va a ser mamá, cada día es una nueva aventura y cientos de anécdotas se comienzan a entretejer. Resumir en tan breve espacio algunas de ellas se me hace muy difícil, pero elijo contarles que desde que Manu estaba en la panza le canto mucho y la música tiene un papel muy especial entre nosotros, al punto que hoy en día con sus 16 meses al entrar a un lugar donde hay música se lleva el índice a la oreja y me dice “cucha cucha” y me roba las sonrisas más hermosas que di en mi vida!
Patricia Olivera (Lic. en Psicomotridad)

Fecha
02/05/2017
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