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Octubre/2017

El sueño en los bebés. Mitos y realidades

El sueño es un tema sobre el cual se habla mucho, y los padres expresan preocupación, aún antes de que nazca su hijo. Se preguntan: ¿podré dormir? ¿Estaré muy cansado? ¿Lo escucharé cuando llore? ¿Dormirá toda la noche? Es conocido el consejo “aprovechen ahora para dormir porque después…”. El sueño, tanto del bebé en camino, como de los propios padres, es un tema que preocupa y que despierta incertidumbre.

Ser padres implica un sin fin de nuevos desafíos y aprendizajes que transformarán de forma profunda la vida de una pareja. Mucho de lo que sucederá, cuando llegue el pequeño, se gesta durante el embarazo; la naturaleza es sabia y nos da tiempo de “prepararnos” para lo inesperado. Otro tanto se construye en el vínculo real, en la cotidianeidad de cada gesto, en cada intercambio afectivo entre el bebé y sus padres.

Expectativas de los padres
Primero de todo, es importante conocer cómo duermen los recién nacidos, cómo es su sueño. Muchos “problemas” se generan porque los padres tienen falsas expectativas en torno al sueño, es decir, cuánto tiempo tendría que dormir a determinada edad y cómo. Hay un discurso social extendido que alienta la idea de que para que un bebé duerma “bien”, tendría que hacerlo toda la noche, en su cuna, solito y debería conciliar el sueño sin ayuda de nadie. Si bien hay algunos que lo hacen desde el comienzo, (¡eres afortunado si te toca!) la inmensa mayoría no duerme toda la noche, no lo hace solo, ni logra conciliar el sueño sin ayuda de sus padres.
Esta es la realidad de muchas familias que se preguntan si su bebé tiene un “problema” del sueño, cuando al pasar los meses no “logran” que duerma toda la noche. Pues bien, lo primero que diremos es que, en realidad, esto es lo esperable en relación al sueño y hasta aproximadamente los dos años de edad.
No se puede establecer de forma contundente, como si fuera una verdad universal, lo que un bebé debería dormir a determinada edad. Menos aún, cómo debería conciliar el sueño y dónde (en su cuna o en la cama de los padres, con ayuda o solo) ya que esto está estrechamente unido a factores culturales y familiares.
Por eso, a la hora de asesorar o acompañar a las familias en el terreno del sueño de sus hijos es muy importante conocer los hábitos, y sus expectativas en torno a esto, así como también informar sobre las características del sueño de un recién nacido y hasta el año de edad, para no generar falsas expectativas y ver un problema donde no lo hay.

A dormir no se aprende
El sueño de los bebés tiene una estructura propia, diferente a la del sueño adulto. Los recién nacidos hasta que cumplen los 3 meses aproximadamente duermen de forma similar a cómo lo hacían dentro del útero. Es por eso, que no necesitan aprender a dormir, mas bien habría que evitar que desaprendan a hacerlo, tal como lo hacían en las etapas de gestación.
Si imaginamos cómo dormían en el útero, se nos representa un lugar oscuro o con poca luz, donde el movimiento de vaivén producido por el cuerpo de la madre mecía al pequeño de forma rítmica. Allí las necesidades de alimento estaban saciadas, y el bebé no sentía la “separación” del cuerpo de su madre por estar dentro de ella. Esto es lo que buscan reproducir los recién nacidos en el mundo exterior para dormirse, y para sentirse seguros. Es por esta razón, que se quedan dormidos tan rápidamente en los brazos de sus padres, oliendo su piel, sintiendo su latido cerca. Es una experiencia familiar y por lo tanto reaseguradora.
Cuando un bebé llora y se calma o se duerme al tomarlo en brazos casi inmediatamente, no quiere decir que tenga “mañas”. No teman “acostumbrar” a un bebé a calmarse en brazos, eso es justamente lo que necesitan. Los pequeños tienen necesidades (afectivas, de contacto estrecho con sus figuras de apego) las cuales son tan básicas, como las de alimento y cuidado. Es de esta forma, que comienzan a establecer vínculos de apego seguro con sus padres, y es así como conocen el mundo que los rodea.
Para que un pequeño duerma, lo mejor es que se sienta seguro en los brazos de sus padres. ¿Esto quiere decir que tiene que estar todo el tiempo encima del cuerpo de su madre o de su padre? No, pero es muy difícil pretender que un bebé se duerma alejado de brazos protectores.
Los cachorros humanos, como tantos otros mamíferos, buscan la cercanía de sus cuidadores para sentirse seguros durante todo el día. Este comportamiento no cambia durante la noche (de hecho durante los primeros tres meses de vida ni siquiera distingue el día de la noche) y querrá mantener a su cuidador alerta para sentirse seguro. Es un comportamiento instintivo el desplegar conductas que le aseguren que su figura de apego estará cerca.

Técnicas de adiestramiento
Todos los niños terminan durmiendo de la forma en que la cultura donde están insertos les indique. Todos lo harán como sus padres lo quieran, pero el camino para lograr esto puede diferir mucho de una familia a otra, y puede tener un costo emocional o no para los bebés.
Nos estamos refiriendo a las técnicas de adiestramiento ampliamente difundidas para “enseñar” a un bebé a dormir “bien”. Una de ellas consiste en dejarlo llorar en el supuesto de que así aprenderá a dormirse solo. Varios estudios muestran que estas técnicas producen altos grados de estrés, ya que el cerebro libera cortisol (hormona del estrés) para enfrentar tales situaciones. Al término de unos días, el pequeño ya no llora, es cierto, y no reclama la presencia de sus padres por las noches. Lo que no está demostrado es que haya consolidado el sueño de esta manera, o que tenga menos despertares nocturnos. Muchos de estos pequeños desarrollan una respuesta inadecuada frente a otras situaciones de estrés que se les presentan. Otros se muestran más ansiosos o inseguros frente a la separación de su figura de apego. Esto se asocia generalmente a la incongruencia entre la respuesta que recibe de sus padres durante el día cuando llora, y la que recibe durante la noche (durante el día acuden a su llanto, en la noche no).

El sueño de 0 a 3 meses
Se caracteriza por ser de corta duración, ya que deben despertarse frecuentemente a mamar. No distinguen el día de la noche, ya que este ritmo circadiano requiere una maduración en centros cerebrales específicos y se alcanza alrededor de los 3 meses. A diferencia del sueño presente en el adulto, el de los pequeños es mayoritariamente en fase REM, el cual implica una mayor actividad cerebral.
Es que los bebés continúan realizando conexiones neurológicas aún mientras duermen. Esto es fundamental para procesar toda la información que les llega desde el mundo exterior, y que sin duda es mucha para el cerebro en desarrollo. Otra característica de dormir en fase REM es que el sueño no tiene preámbulos o fases anteriores como en el adulto, pasan rápidamente del estado de vigilia al sueño. Si están mamando es muy probable que se duerman y parece que se “apagan” rápidamente. El sueño en fase REM es corto y reparador, justo lo que ellos necesitan para despertar al poco tiempo y mamar; es cuestión de supervivencia.
Frente a estas características del sueño, es normal que el pequeño se duerma en el pecho mientras mama. Ardua tarea tienen los padres que se embarcan en la tarea de evitarlo por recomendaciones, por miedo a mal acostumbrar a su bebé y que termine asociando el pecho con el sueño. El pecho está asociado al sueño porque la naturaleza dispuso en la leche materna una serie de componentes que inducen el sueño del bebé y el de la madre que amamanta. De esta forma protege el sueño de ambos, lo propicia y lo sincroniza, para lograr así que descansen y reparen su organismo y su mente del desgaste que implica sostener (en el amplio sentido del término) una relación tan intensa.


Yohana Sampietro
LIC. EN PSICOLOGÍA PERINATAL
cel. 099749329

Fecha
02/10/2017
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