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Noviembre/2009

Edición Febrero nro 91

Ayer leyendo la columna de Claudia Amengual en Galería, que dicho sea de paso me encanta como escribe, me sentí identificada con el relato del “Nido Vacío”. “Uno empieza a darse cuenta que algo importante cambia en la relación con los hijos pre-adolescentes cuando llega la época de la vacaciones y ya no resulta tan obvio que quieran pasar el tiempo con nosotros”.

La casualidad que leyendo la nota de nuestra colaboradora Sandra Jegerlehner para este numero sobre los “Limites en vacaciones” me encuentro con un recuadro sobre el mismo tema, donde dice: “nuestro hijo pre-adolescente o adolescente desaparece de la cotidianeidad de la casa, y nunca tenemos certeza si volverá a almorzar, cenar y hasta a dormir”. Es tal cual.

Una piensa cuando tiene bebitos, como la mayoría de ustedes mis queridas lectoras, que faltan años para vivir la etapa de la adolescencia. Y la idea de esta editorial tampoco es aburrirlas con el tema. Pero no voy a negarlo, cuando mis hijos eran chicos por momentos soñaba con que llegara ese momento de independencia. Y es una sensación extraña y contradictoria, y más extraño aún, identificar qué es lo que me empezó a pasar como madre. Aunque no lo queramos ver, ellos avisan mucho antes, como dice bien Claudia, con señales de todo tipo que esta etapa está arrancando, y el baldazo de agua fría es cuando nos damos cuenta que ellos quieren ir a cualquier lado sin nosotros. Uf, eso es duro y cómo duele!

Espero sea algo paulatino e imagino que será un tema también de acostumbrarse, sobre todo con el primer hijo y trataré, lo prometo, de no dramatizar. Además como dice bien Sandra, debemos seguir poniendo limites como hasta ahora, regulando esa “supuesta independencia” que ellos creen tener. Todo un reto, ¡se los aseguro!


Hasta marzo, con el comienzo de clases.

Cariños
Rosina Campomar

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