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Febrero/2013

Edición Febrero Nº115

Arrancó febrero: mes de Carnaval para nosotros, los uruguayos. Bueno, depende de qué uruguayos, no a todos les gusta el Carnaval. Yo estoy entre los que disfrutan de este mes y de la adrenalina de los tamboriles. Hay quienes me miran extrañados cuando lo comento. Quizás no me conocen muy bien o no parezco del target carnavalero. Pero les aseguro que en mi otra vida fui algo así como una Rosa Luna hasta con plumas y todo; lo que ha hecho reír a muchos. ¿Será por eso que me apodan Rosita? Yo feliz, y orgullosa. Entre mis cuentas pendientes está salir en alguna comparsa. ¡Ya llegará!

El año pasado cuando tuve la suerte de ir a Buzios me llamó la atención cómo sus pobladores lo llevan en la sangre. Las niñas bailan zamba desde chiquitas, están orgullosas de eso, y se encienden. Aquí debería suceder lo mismo con nuestro Carnaval.

Creo que mi pasión arranca desde mi Prado natal, cuando era muy chica y nos disfrazábamos y caminábamos dos cuadras hasta el Hotel del Prado, que en esos años estaba cerrado y abandonado, pero tenia una explanada cerca de la fuente y había siempre algún tamboril y para mi era el súmmum.

La pasión fue creciendo hasta que ya un poco más grande íbamos al apartamento de mi tía abuela Piquin, en 18 y Yaguarón, arriba del Café Montevideo, lugar muy concurrido en aquellas épocas, según mi padre, para ver el desfile de Carnaval. El apartamento de mi tía abuela era lindo, de aquellos señoriales y grandes. Antes de salir de casa teníamos que escuchar una lista tortuosa de buen comportamiento que incluida desde que no corriéramos, gritemos, hasta poco menos que no comiéramos en toda la noche. Pero nada me importaba, era uno de los paseos más esperados del verano.

Los primeros años lo veíamos con mis hermanos y algunos primos desde el balcón y podíamos tirar solo papelitos, y cuando éramos ya más grandes mamá nos dejaba disfrazarnos y recuerdo que lo máximo con mis hermanos era bajar solos y que nos corrieran los cabezudos. Ví una foto en el diario El País del domingo una foto de los nuevos cabezudos del sigo XXI y la verdad que dejan mucho que desear. ¿Los niños de hoy los verán como los veía yo? En fin, qué lindos e imborrables recuerdos de mis carnavales de la infancia.

Seria bueno que les inculquemos esa tradición a nuestros hijos desde pequeños.

Buenas vacaciones para los que no se las tomaron aún.
Hasta marzo con el arranque de clases, jardines de infantes y colegios. Aunque para muchos el año ya empieza por estos días de febrero con todos los aprontes de útiles y uniformes. ¿O no?

Cariños,
Rosina Campomar

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