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Noviembre/2016

Edición

Vengo de hacer el maravilloso Camino de Santiago de Compostela con unas amigas. Un viaje enriquecedor en muchos sentidos: para el cuerpo, le mente, el corazón y sobre todo para el alma. Lo recomiendo y me siento afortunada de poder haberlo hecho.
Leyendo la nota de este número sobre que las madres perfectas no existen en relación al informe que realizó Susie Orbach, psicoterapeuta, psicoanalista y escritora londinense, para la nueva maca de Dove Baby, lo relacioné con algo que me sucedió durante mi reciente viaje.
Estaba amaneciendo, veníamos llegando a Santiago de Compostela, por un trayecto llamado Monte del Gozo, con todas las emociones a flor de piel. Caminando sola conmigo misma (cada una lo hacía a su ritmo la mayoría de los trayectos), me topé, no había manera de no verlo, con un paredón que tenía pintado en letras amarillas y sin mucho pulso: “Sé tú misma” y debajo la característica flecha de dicho camino. Paré a sacarle una foto, aún sabiendo lo difícil que me iba a resultar retomar la caminata. Valió la pena. Mi sombra quedó reflejada en el muro y yo anonadada y emocionada.
En resumen, y a lo que quiero llegar, es sobre por qué será que a las mujeres se nos hace tan difícil seguir nuestro instinto. La mayoría de las veces nos auto castigamos como madres. Es tan penoso no poder ser más auténticas con nosotras mismas, en este papel tan lindo y natural que nos da la vida como es la maternidad.
El pediatra y neonatólogo Ricardo Gargiulo durante sus charlas en el WTC siempre cuenta que las mamás se están yendo del hospital y ya le están preguntando como harán para seguir dándole de mamar cuando se reintegren al trabajo. Y advierte en tono cariñoso y broma que las preocupaciones de una madre por su hijo son para siempre. “Ahora será si cayó o no el cordón, mañana serán los amigos con los que se junte. Esto no termina nunca”.
Así que recomiendo dejarse llevar, disfrutar un poco más de ese bebito sin pensar tanto en lo que hacen mis cuñadas o mis amigas con sus hijos, soltarse, delegar algunas tareas y, sobre todo, ser una misma.

Hasta diciembre.
Rosina Campomar

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