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Marzo/2017

Psicomotricidad: Lo que no debe faltar en el jardín de tu hijo

Es fundamental que en los jardines exista un espacio para los niños donde puedan rodar, saltar, girar, caminar, equilibrarse, caerse, construir, destruir, gritar, reír. Todas estas actividades generan un placer enorme y están dirigidas al desarrollo de su esquema corporal y la construcción de su identidad. La sala de psicomotricidad permite el desarrollo intelectual y afectivo y por ello debe ser imprescindible en la educación preescolar.

Los niños manejan la psicomotricidad de manera cotidiana: corriendo, saltando, girando, equilibrándose o jugando con la pelota. Para poder utilizarla, las psicomotricistas aplican el juego. A través de él, se usan estrategias que permiten adquirir nociones del espacio y el tiempo, el desarrollo de la coordinación, el equilibrio y la orientación.
El objetivo es favorecer el desarrollo de las posibilidades motrices, expresivas y creativas a partir del cuerpo, lo que lleva a centrar su actividad e interés en el movimiento. El niño podrá primero aprender a desarrollar el control de su propio cuerpo: se volteará, sentará, gateará, caminará, correrá, etc. Luego con la ayuda de padres, profesores y materiales oportunos, empezará a trabajar la motricidad fina, podrá tomar objetos pequeños, realizar ejercicios de punzado, enhebrado, pintado para luego iniciar la escritura y otras destrezas motrices, habilidades artísticas e intelectuales.
Todo esto es considerado la base de la educación integral. Gracias a su desarrollo, el niño comprenderá el área académica, los prerrequisitos para los conocimientos matemáticos, la lectura y escritura. Para el aprendizaje de la escritura es necesaria la independencia segmentaria, o sea el dominio de las diferentes partes del cuerpo como los hombros, brazos, codos, muñecas y dedos; pues todos ellos intervienen en el acto de escribir.
Durante los primeros años de vida, la psicomotricidad juega un papel muy importante: influye en el desarrollo intelectual, afectivo y social del niño, favorece la relación con su entorno y toma en cuenta las diferencias individuales, necesidades e intereses. Gracias a ella el niño podrá alcanzar un proceso de maduración.
Al inicio, va a vivir el placer a través de su expresividad motriz, para luego pasar al placer de pensar, crear y transformar con diversos materiales, logrando así distanciar la emoción y la acción del movimiento para centrarse en la acción del pensamiento. Los cambios que se producen en el cuerpo desde el placer, la emoción y el tono, permiten el desarrollo de procesos psicológicos y la apertura a otro nivel de pensamiento.

El espacio
La sala de psicomotricidad conforma un lugar especial, un espacio para el movimiento y el placer. Durante toda la sesión de educación psicomotriz, el niño vive dentro de la sala el encanto del juego en todas sus expresiones. Tiene la posibilidad de balancearse, correr, gritar, saltar, tirarse al suelo, deslizarse sobre los planos inclinados, lanzarse sobre el material (almohadones) o construir algún objeto para después destruirlo. Puede además disfrazarse, maquillarse, atacar, jugar y descansar, esperar, observar y descubrir.
El niño utiliza el juego para proyectarse él, pone imágenes a sus acciones y a sus creaciones.
Es un juego libre, permisivo, en una actitud espontánea que se desarrolla y organiza progresivamente a partir de los objetivos puestos a disposición de los niños. Es un juego sin argumentos impuestos, de forma que permite el libre uso de la imaginación.
En la sala de psicomotricidad se distribuyen distintos espacios con diferentes materiales para ayudar a realizar el itinerario madurativo. Así la sala se divide en dos. Un lugar para la expresividad motriz, que favorece la representación, mediante la relación que el niño realiza con el espacio, el material y su propio cuerpo (se colocan sobre el suelo colchonetas de diversos tamaños y grosores, lugares de salto, toboganes y escaleras de espuma y de madera, almohadones, bloques de goma espuma). Y otro lugar para la expresión plástica y el lenguaje, un espacio que supone dejar a un lado el movimiento para favorecer la representación por medio del dibujo, el modelaje, la construcción y el lenguaje (colores, crayolas, masa, pinturas, encastres, bloques de madera).
La psicomotricidad apunta a favorecer el desarrollo integral del pequeño, teniendo en cuenta sus características psicoafectivas y motrices. Las actividades fomentan el trabajo en equipo, el juego compartido le permite socializar y sentir que es capaz de cumplir una tarea que lo deleita. Estas experiencias harán que adquiera mayor aprendizaje, sea seguro y capaz de cumplir sus metas.

Maria Eugenia Vilardo
Lic. en Psicomotricidad
eugenia.vilardo@gmail.com

Fecha
02/03/2017
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