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Septiembre/2014

Edición Setiembre Nº134

Siempre me he hecho la pregunta de por qué los hijos de algunas amigas son unos diablitos siendo ellas tan autoritarias como madres. Y por qué, en el otro polo, hay amigas con personalidades más permisivas cuyos hijos son tranquilos, tipo “angelitos”. Misterios de crianzas diferentes y de un montón más de factores que cada una sabrá identificar. Como los famosos límites, gran tema en estos tiempos y a veces difícil de implementarlos en casa.
Como padres todos tenemos la certeza que funcionan, les dan confianza, contención y seguridad a nuestros hijos. Primero los enojará y luego los tranquilizará. Como bien explica la Lic. en Psicología y gran colaboradora, Sandra Jegerlehner, cuesta a veces entender que “poner límites no es igual a rezongar”, aunque haya un hilo muy fino. ¿Cierto? También, opino que ponerlos mucho perjudica y se nos vuelven en contra. Cuántos chicos se vuelven insolentes porque sus padres los tienen con el freno apretado. Para mí no hay receta. Pero lo que sí es cierto que es una palabra que nunca estuvo tan presente como hasta ahora y la ecuación límites y amor no puede fallar.
De mi infancia tengo el recuerdo de que casi todas las mamás eran rezongonas, pero sus palabras se escuchaban una sola vez. ¡Y a cumplirla! En esa época parecería que se debía educar así, con mano dura. Es que ellos no conocían otra cosa, también venían de un autoritarismo constante con sus propios padres y eso fue lo que aprendieron y lo que sabían transmitirnos a nosotros, sus hijos. Hoy los que ahora somos padres tenemos otros conceptos de lo que significan los límites: amor.
Leyendo el blog de Laura Gutman, mencionaba que aquello que nuestros padres nos han dicho y hecho con nosotros de niños (mirarnos, mimarnos, apalabrarnos, tomarnos en cuenta) se constituye en lo más sólido de nuestra identidad. Y es cierto. Pero qué difícil aprender palabras bonitas para tus hijos si nunca las escuchaste. Así que ella nos anima a aprenderlas.
Para cerrar los dejo con una frase que siempre me gustó. “Hay dos regalos que debemos ofrecerles a los hijos, uno son raíces el otro son alas”
Hasta Octubre.
Rosina Campomar

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