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Junio/2016

Edición Junio Nº155

Hoy quiero tocar un tema polémico, la decisión de algunas mujeres de no tener hijos. La idea me surgió luego de leer el informe de la BBC “El estigma de las mujeres que deciden no ser madres”. Me sorprendió el valor de estas mujeres de contar sus razones de no querer ser madres, (me gusten o no), aunque sean juzgadas de egoístas.
La crónica recoge el testimonio de tres mujeres que no quieren tener hijos.

La primera mujer es una inglesa de 29 años que quiso ligarse las trompas pero no pudo ya que los médicos le dijeron que era muy joven para algo irreversible. “Es posible elegir ser madre a los 16 años pero no declinar la posibilidad de la maternidad a los 29. Parece que nuestras decisiones sólo son tomadas en serio cuando son coherentes con la tradición”, dijo.

La segunda es una mexicana casada hace 5 años e ingeniera civil. Cuenta que con su marido han pasado por etapas de muchas interrogantes, un tire y afloje, pero que después de muchas charlas permanecen firmes en su decisión de no tener hijos. “Es horrible. Cuando expresas tu decisión, te llueven preguntas e interrogantes, como quién te va a cuidar, qué vas a hacer sola toda la vida, ¿es que no puedes? Sin embargo ella respeta a las personas que deciden ser padres, y la aplaudo.

El otro testimonio es el de una iraní casada hace 10 años, que dice tener suerte de ser mujer pero que a diferencia de muchas otras, ella nunca se sintió maternal. ¡Con todo lo que conlleva esto en su país! “Siempre he creído que es un crimen traer, sin quererlo, un niño a este mundo”, opinó. Trabajó muy duro para tener su propio negocio y en estos momentos nada le da más satisfacción que eso.

Si yo pudiera darles un consejo, les diría que tengan aunque sea uno (o dos, mejor). Un hijo nos hace mejores personas, sin dudas, además de hacernos superar todos los límites y obstáculos. Trabajas con más ganas y dedicación, después de todo va a depender de ti y eso te convierte en una profesional con un empuje que ninguna otra situación te daría. Obvio que las prioridades pasan a ser otras, pero nada te cambia tanto – para bien - como un hijo.

Hasta Julio.
Rosina Campomar

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