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Junio/2019
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La Maternidad romantizada: ¿Realidad o expectativa?

El concepto de maternidad ha ido variando en las diferentes etapas socioculturales de nuestra historia. Fue atravesado por cambios y avances en torno al rol de la mujer en el ámbito personal, laboral, político, social y económico. Pero básicamente lo que se espera de la madre es el amor incondicional, el ser sostén, la madre sacrificial, la que lo da todo. En esta época de inmediatez, donde los procesos psicológicos necesitan resolverse rápido, y además debemos adaptarnos y readaptarnos fugazmente a cada cambio, la maternidad también se ve atravesada por este contexto.

La publicidad y las redes sociales nos muestran una mamá que se encuentra maravillada, enamorada, con precioso semblante, el bebé limpio, rosadito, sonriente, la casa limpia y ordenada. Pero, como dice el dicho, “no todo lo que brilla es oro”


La guerra de las madres: la buena y la mala.
Como sucedía en la mitología griega, por un lado, estaban aquellas diosas independientes y capaces de satisfacer sus necesidades; y por otro, estaban las vulnerables, donde su rol se ceñía a ser esposas y madres, ultrajadas en todas sus necesidades; hoy también encontramos la lucha de la buena y la mala.
Desde la perspectiva de lo que se espera de la madre, se construye la concepción de la buena como la que logra cuidados exclusivos: apego seguro, sostén y resguardo. La mala, en cambio, es la que no puede sostenerlo, generando un gran peso de responsabilidad materna.
El discurso social nos impone una lucha entre buenas y malas. Lucha que muchas veces toca el dolor por no cumplir con las exigencias y expectativas de lo que debería ser una buena madre. Hoy en día, por ejemplo, sabemos que se recomienda la lactancia materna a demanda, pero la realidad es que muchas veces (por lo general por cansancio o por poca información y apoyo), esto es algo que no se puede sostener.
También se supone que una mamá que se encuentra con su bebé recién nacido, debería sentir el famoso instinto maternal, el amor a primera vista… esto no siempre sucede, trayendo angustia, confusión y culpa a la que no siente lo que tanto se imaginó que sentiría, que el resto de la familia y entorno exige que sienta; o aquello que ve en otras mamás.
A partir de la Revolución Francesa, comenzó a construirse una visión de la madre como sostenedora de la crianza, con el fin de hacer niños productivos, guiada por el instinto, lo que haría mejorar el bien social. Se enaltece, desde ese momento, el rol materno, como mujeres sabias para el bien común.
Pero a medida que la ciencia avanza, ese rol empieza a ser estudiado y mediado por estos adelantos, haciendo de la crianza un tema público. El instinto empieza a ceder, para dar lugar a técnicas y procedimientos, para enseñar a esas mamás más inestables, a criar.
Y esas mujeres inestables, no son más que aquellas que se dejan guiar por lo instintivo. Por lo que hoy no es aceptado, por la vulnerabilidad materna, por el darnos cuenta que no podemos con todo, por la posibilidad de desbordarnos y de perder el control.


Culpa materna: la compañera de vida.
En el mecanismo de la culpa existe un conjunto de normas y expectativas que nosotras debemos cumplir. Cuando las internas –por ejemplo, no quiero hacer con mis hijos lo que hicieron conmigo- o externas –por ejemplo, debes estar emocionalmente estable para sostener a tu bebé-, no se cumplen, entonces el sentimiento de culpa se presenta con intensidad y mucha fuerza.
Cuando estamos embarazadas construimos un ideal de la maternidad que se integra a nosotras en esos nueve meses con mucha naturalidad. Nos imaginamos pariendo, amamantando, tranquilas, en conexión con el bebé y con nosotras. Cuando ese ideal se cae y llegamos a la maternidad real, como crisis vital, con sus momentos maravillosos pero también con sus conflictos y sus sombras, es probable que surja la culpa, trayendo al mismo tiempo frustración, enojo y tristeza.
Este sentimiento de culpa tiene dos consecuencias: o sufrimos junto a él o hacemos algo para mejorar aquello que nos genera culpa. Por ejemplo, pedir ayuda e informarnos. Esto es lo que los psicólogos llamamos la culpa disfuncional o funcional.
El bebé recién nacido, biológica y psico afectivamentemente, necesita inmediatamente luego del naci-miento, estar con su mamá, con la persona que conoce desde hace nueve meses. Esta es la expectativa primordial del recién nacido, así como la de la madre luego del nacimiento. Ese encuentro y el respeto por la fisiología, es lo que habilita al contacto más profundo y vincular del bebé con su mamá.
Hoy en día, esto se ha visto interrumpido en muchas ocasiones, por las intervenciones médicas y protocolares de las instituciones, por ejemplo en las inducciones o cesáreas. Hasta hace pocos meses, en la mayoría de las Instituciones, el bebé era separado de su mamá luego de una cesárea, hoy en día esta forma está cambiando, permitiendo que ambos puedan estar juntos desde los primeros minutos de vida.
La cesárea es una gran aliada cuando de desviaciones de la salud se habla, pero si no se respeta lo mayor posible la fisiología del cuerpo, incide directamente en el desenlace del vínculo mamá y bebé.
La clave aquí es encontrar la flexibilidad de aquel conjunto de normas y expectativas, ser amables con una misma, no castigarnos y recordar siempre que hacemos lo que podemos.


Estar presentes vs el progreso profesional.
Actualmente, muchas mujeres deciden trabajar fuera de casa y maternar. Algunas lo eligen, otras no tienen opción por razones económicas. También hay otro puñado de mujeres que deciden conciliar maternidad y trabajo, con el fin de estar más cerca en la crianza cotidiana. Pero nuevamente, en este mundo de la inmediatez, el progreso, la escalada profesional, nos devuelve una exigencia de continuar buscando la mejora o el sostén económico y a la vez criar, lo que resulta un desafío desgastante y poco visibilizado. Por un lado, se nos impone que seamos productivas, por el otro, que sigamos siendo maternales. Y que en ambas tareas, rindamos al máximo.
La realidad es que, desde mi rol más preventivo, los hijos necesitan estar cerca de sus figuras de referencia. Necesitan pasar tiempo con sus padres. Y aquí es donde siempre hago la distinción: tiempo en cantidad y en calidad. Porque tiempo mínimo en calidad, es saludable pero no suficiente. Y esta será la gran interrogante y el enorme desafío para las mamás que trabajan y crían. El gran desafío consiste en encontrar los tiempos suficientes y conciliar el deseo o la necesidad del trabajo, con el deseo y necesidad de tiempo por parte del niño.


La mamá pulpo y la mamá sacrificial.
Otra exigencia más: las mamás podemos con todo. Parece que somos una especie de súper mujeres, que podemos con la crianza, con la casa, con el trabajo, con nosotras mismas. Y les cuento que sí, podemos con todo eso y bastante más. Pero con un costo beneficio extremadamente alto. Podemos sostenerlo, pero con alta probabilidad que aparezcan síntomas: dolores, ansiedad, cansancio extremo, problemas de pareja, depresión, conflictos, etc. No alcanza con la crianza de “uno a uno”. Necesitamos rodearnos de gente que nos apoye y nos sostenga a nosotras.


El cuerpo después del embarazo
Otra de las premisas latentes de la publicidad maternal es la recuperación del cuerpo previo al embarazo casi al instante donde vemos mujeres preciosas, alineadas y en forma. Y les cuento que no, no es la realidad de todos los días ni de todas las mamás. Un bebé nos consume tiempo. Nos encontramos en el tiempo sin tiempo. Los bebés se despiertan muchas veces en la noche, lloran, y en ocasiones no sabemos por qué, necesitan ser higienizados, alimentados, sostenidos, amados. Y esto nos resta tiempo para cubrir nuestras propias necesidades básicas. Nos olvidamos de comer, de tomar agua, de ir al baño. Y no entendemos bien cómo, en 24 horas, “sólo” hemos cambiado pañales, amamantado o preparado mamaderas, sostener llantos, mecer, cantar y abrazar. Y muchas veces, esto lo hacemos solas. ¿Podemos pretender además de esto y estando solas, ocuparnos de nuestro cuerpo? Es demasiada exigencia. El cuerpo no es el mismo, pero es aquel que pudo darte la bendición de haber gestado a ese ser. Recordalo siempre.


Redes sociales. La maternidad en colores
Lo que las redes nos devuelven hoy en día del concepto de maternidad, no es más ni menos que eso: un fragmento. Un fragmento que nos construye un ideal de ser mamá, romántico, idealizado, que dista de la realidad psíquica y concreta de esa mamá, generando a su vez mayor culpa y autoexigencia. Entonces, el ideal choca con lo real, generando un alto grado de conflicto y a modo de espiral que se retroalimenta, aumenta la exigencia, la culpa, la frustración.
Hoy encontramos una nueva tendencia, donde se ha comenzado a mostrar la maternidad real. La que duele, la que molesta, la que nos sacude, la que nos desborda. Pero no olvidemos que ésta también está plagada de momentos románticos que nos sostienen y alimentan.


La naturaleza del niño es ser impredecible, la inmediatez, el escaso control, la exploración constante, el desorden, el caos y a su vez la alegría, la espontaneidad. Estas, junto con la incondicionalidad en el amor, quizás sea lo que nos permite continuar en este viaje intensamente caótico y maravilloso al mismo tiempo.


Lic. Mercedes Pérez Rueda
PSICÓLOGA. PSICOTERAPEUTA
Especializada en perinatalidad, desarrollo
fisiológico y crianza. Doula y Educadora Perinatal
raicesmaternales@gmail.com

Fecha
02/06/2019
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