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Octubre/2017

Día nacional del bebé. Prevención en la Primera Infancia

Desde el 2013, el primer viernes de octubre se celebra el Día Nacional del bebé, una iniciativa que pretende, desde diferentes puntos, difundir conocimientos acumulados a nivel científico sobre los bebés, sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de esta etapa, y promover, que a nivel político, se construyan más propuestas de protección y prevención de problemáticas en primera infancia.

Este 6 de octubre se celebra una vez más esta iniciativa que surgió desde la Asociación de Psicopatología y Psiquiatría de la Infancia y la Adolescencia-APPIA, que pretende instalar el reconocimiento a esta etapa de la vida en el desarrollo de un ser humano, impulsar y estar al tanto de iniciativas que tengan como meta el bienestar del bebé y de su familia.
Es en etapa de la vida, en donde se genera mayor desarrollo del sistema nervioso central, son los comienzos de la inter-subjetividad; ¨la capacidad de entender que pasa dentro del otro, por medio de mecanismos de comunicación que preexisten y van más allá de las palabras¨ (Hoffmann, 2013).
El bebé como ser emergente, con sus mecanismos de regulación aún incompletos, sus sistemas inmaduros, y la falta de desarrollo de sus sistemas fisiológicos, psicológicos y sociales, en su reconocimiento como persona, cuenta con una corta historia.

¿Cómo ha sido esta historia?
Desde el punto de vista histórico la infancia es reconocida como tal en el siglo XX. Esto significa que en la época medieval no había una discriminación del mundo de la infancia y el adulto. Los niños participaban de las tareas, a nivel de la organización de los hogares no había separaciones por ejemplo de dormitorios. No había una identificación específica en la dinámica cotidiana que los entendiera con necesidades y demandas propias.
En la historia de la sensibilidad uruguaya, el historiador José Pedro Barrán, realiza a través de relatos, registros y documentos, un análisis de cómo y cuando emerge una sensibilidad nueva hacia la infancia y su discriminación e identificación como grupo humano con necesidades propias.
En la sociedad uruguaya de 1800 a 1860 no había un sentimiento especial hacia los bebés: las mujeres tenían muchos hijos, la anticoncepción no existía, y muchos de estos pequeños morían por enfermedades que en esa época no tenían tratamiento. Esto implicaba que había que esperar a que ese niño sobreviviera, unos años, para comenzar a enunciarle que se le quería. No es que no hubiera expresiones afectivas, sino que se puede interpretar que apegarse a un ser con riesgo de vida, podría producir mucho dolor. Además, en ese entonces, los animales tenían mayor valor como fuente de ingreso, retribuían a la familia capacidad de subsistencia, que un bebé no.
Entonces, el contacto físico, la proximidad, el identificar al bebé como persona, con necesidades propias, no era posible. No era reconocido como sujeto con capacidad de expresar sentimientos, sentir dolor, tener inclinaciones por personas, cosas, con capacidad de sentir placer, aburrimiento o rechazo. Sólo se reducía a un ser con necesidades básicas a cubrir, a fin de su sobrevivencia.
El comienzo de una sensibilidad diferente se relaciona con el auge de la modernidad y la sociedad uruguaya del la disciplina, (1860-1920). Aquí, según Barrán, comienza a ser una preocupación la infancia, desde la salud, la educación, la organización de lo doméstico y la construcción de las casas.
Las recomendaciones a las familias, lo que era bueno hacer, y cómo hacerlo, lo que había que impedir, los conocimientos que no se les debía transmitir a los niños/as, van construyendo la frase que varias veces hemos escuchado sin demasiado análisis: ¨los niños son el futuro¨. Por lo tanto, la infancia como presente, los bebés como sujetos, aún estaban muy lejos de constituirse y continúan estando.
Las pautas de crianza, estaban muy asociadas al desencuentro: desde las prácticas como fajarlos creyendo que eso era lo mejor, hasta los castigos corporales, el impedimento al descubrimiento de sus propios cuerpos, la valoración de sus llantos como signos de desarrollo pulmonar. Muchas de las expresiones del bebé no eran atendidas porque se asociaba con la construcción de un ser mañoso, maleducado y caprichoso.


“A los bebés no se los visualizaba activos, provocadores, convocantes, sino pasivos, receptivos, dóciles, en marcos de relación unidireccional, siempre desde los adultos hacia ellos y no desde las posibilidad de acción y afectación de ellos hacia los adultos”.

La historia de la infancia está asociada al dolor. Luego de varios años, lentamente se comienza a reconocer, gracias a distintos autores, que insisten y cuestionan las convicciones de época, la vida interior, emocional y sentimientos de los pequeños.
En el mundo occidental, estas nuevas visiones emergentes desde el psicoanálisis, que comienzan a reconocer la interioridad, dan un punto de partida para nuevos desarrollos y estudios sobre los vínculos familiares y la construcción psicosocial de un ser humano. Por otro lado, el paulatino reconocimiento de los derechos de la infancia inaugura la posibilidad de un nuevo orden en pos de su protección y sus vínculos con el mundo adulto.
La Convención de los derechos del Niño, ratificada por la Asamblea General de Naciones Unidas, recién se logra en 1989. Nuestro país, la toma como suya en 1990. El nuevo código de la Niñez y Adolescencia del Uruguay,( Ley Nº 17.823) se aprueba en 2004.
Basta preguntarle a las generaciones que nos anteceden, en una, dos, o tres, para encontrar relatos que remiten a las infancias desde la falta de afectividad, de contacto, de sostén, presencia del castigo avalado por una cultura que lo promovía como saludable y lo exigía desde la educación familiar o escolar. Ese legado, es parte de nuestro árbol genealógico y desde ahí es que las posibilidades de cambios son más lentas, porque las prácticas fluyen como savia, se transmiten de generación en generación de acuerdo a lo vivido con mayor o menor conciencia.
Por eso es oportuno preguntarse: ¿a qué generación pertenezco y pertenecieron nuestros antecesores familiares? No es lo mismo haber nacido en la generación pre Convención o pre Código de la Niñez. Más allá que lo legal no implica en forma directa cambio a nivel de las prácticas, sí otorga un nuevo sentido contextual a las mismas porque las ubica en territorios distintos desde lo permitido y prohibido.
Por eso hay niños con diferente temperamento, características, que también provocan, accionan en los adultos diferentes reacciones, y viceversa, por supuesto. Nuestras abuelas o bisabuelos bebés vivieron quizás en grandes silencios, y sobrevivieron más allá de toda debilidad de contacto.
El bebé, más allá de tener todas las necesidades físicas cubiertas, (hambre, sueño, cambio de pañales, etc) necesita de las afectivas y demanda que le sean satisfechas llorando, expresándose, activando que otro humano responda el llamado y lo interprete.


“Hay que celebrar el Día Nacional del Bebé, porque el ser humano se termina de formar afuera del útero. No es capaz de sobrevivir solo, y tarda un tiempo en auto reconocerse y discriminarse del mundo, y en ese proceso es fundamental el contexto vincular”  

¡A Celebrar!
La propuesta es celebrar la vida de estos bebés desde lugares afectuosos, de piel. Este artículo pretende dar permiso para eso, y compartir algunas razones desde el enfoque histórico que permitan entender porqué hubo momentos en que malcriar se asociaba al dar afecto, upa, dormir juntos o empatizar.
Esos desapegos, escondían que el sentido social, era lograr una infancia sumisa que solo debía responder a las necesidades del mundo adulto como grupo de poder que desde sus primeros tiempos comenzaba a pensar en cómo lograr la construcción de un adulto productivo.
Esta historia también ha generado la inseguridad en cómo ubicarnos frente a la infancia. Los múltiples discursos familiares, sociales, médicos, educativos, a los que estamos expuestos, esta diversidad genera conflictos pero nos da la oportunidad de evaluar cómo pararnos y qué decidir.
Nunca dar amor va a estar de más y va a provocar daño, especialmente cuando en los primeros pasos por la vida, sólo contamos con un lenguaje por excelencia que es el de la piel y de los sentidos.
Esto tiene correlato con lo que señalan las neurociencias: la piel como la parte externa del sistema nervioso, con sus receptores conectados directamente con el sistema nervioso central, permite que cuando un bebé es tocado, se le despierten todos los sentidos y se favorezcan miles de conexiones neuronales. Por esto es que, la ciencia, quiso redescubrir el poder del afecto, el de las caricias, el de un abrazo.
¡Abraza a tu bebé, baila, juega, garabatea, canta, acuna, aupa, disfruta, portea, inventa!
El Día Nacional del Bebé, propone un reconocimiento hacia ellos/ellas desde estos nuevos lugares y todo lo que aún necesitamos construir.


Maria Soledad Vieytes
LICENCIADA EN PSICOLOGIA
INSTRUCTORA INTERNACIONAL DE MASAJE INFANTIL
amalteamasajeinfantil@gmail.com


 

Fecha
02/10/2017
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