Setiembre es comúnmente asociado con el mes de las flores, los pajaritos y donde todo parece color de rosa. Pero la realidad es que la mayor parte del tiempo “no todo es color de rosa en la vida”, es una frase trillada… pero cierta. Y una aprende que, sobre todo a medida que pasan los años, no se puede tener todo bajo control. Sobre todo es un aprendizaje que debemos hacer las que somos “controladoras”, como en mi caso. Pero pensándolo bien, ¿qué mujer y mamá no lo es?
No hay nada más lindo que tener un hijo, pero también ellos nos dan penas. Ser madre tiene mucho de sufrimiento.
Siempre digo que no soy una mamá muy objetiva, y cuento que, cuando me mostraron a Manu (mi primer hijo), me resulto medio feito. Sí, no se rían. Soy sincera y la verdad que no era como me lo había imaginado o esperado. Y se lo digo a él y llora de risa. Era flaco y largo, con cara de gnomito. Fui mamá con 23 años, y además bastante “Susanita”.
Ocurre bastante a menudo que las mamás se imaginan que su niño será de una forma y termina siendo de otra muy diferente. El tema es cuando esa nueva realidad incluye una patología. Qué sucede cuando en una familia no se reciben muy buenas noticias, como nos cuenta en esta edición Alfonsina, mamá de Cande, que nació con síndrome de Down. Sin embargo, la gravedad no implica mayor angustia. Ella no sufrió más o menos que una mamá que recibe cualquier otra noticia no tan buena, o tan mala. Para mí, es como el umbral del dolor, siempre depende de cómo uno se lo tome.
Muchas veces dudo si es bueno tocar este tipo de temas en la revista. Si no es mejor que sea todo lindo y colorido. Pero, ¿eso no sería como mirar para un costado? ¿Es natural contar solamente las “buenas”?.
Creo que escuchando a estas “súper valientes mamás” se aprende mucho. Y suma, no resta. Así que bienvenidas sean todas ellas y la enseñanza que nos dejan.
¡Hasta Octubre!
Rosina Campomar
