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Junio/2019

Pilares de la primera infancia

Ya es sabido que en la primera infancia (desde la concepción hasta los 5 años aproximadamente) se dan las construcciones interpersonales que sirven de cimiento al gran edificio de la personalidad. El cerebro del bebé se modifica significativamente en la interacción con el entorno y sobre todo con sus padres. El ambiente moldea el cerebro y permite la creación de nuevas redes neuronales.

Esto ha sido un gran aporte de las neurociencias al campo de la psicología de la infancia. Actualmente sabemos que el ambiente en el cual se desarrolla un bebé es muy importante para que pueda desplegar todas sus potencialidades. Y cuando decimos “ambiente” nos referimos también a las personas que lo rodean: su familia y sobre todo sus padres.
¿Cuáles son los pilares que se construyen en estos primeros años y que sirven de base para toda la vida futura? ¿Qué pueden hacer los padres para propiciar que estos pilares se construyan en la interacción con ellos?
Tomaremos la AUTONOMÍA, LA EMPATIA, y la REGULACION DE LAS EMOCIONES como tres construcciones de suma importancia para el niño y veremos cómo los padres pueden aportar elementos valiosos para su desarrollo.


La seguridad y autonomía
Todos los padres desearían que su hijo pequeño pudiese ir de campamento, o quedarse a dormir en la casa de los abuelos una noche, o disfrutar un cumpleaños jugando con sus amigos. Esta capacidad de separarse de sus figuras de apego y relacionarse con otros adultos se comienza a construir ya desde las primeras etapas de vida del pequeño. Mostrarse seguro en situaciones nuevas, poder explorar el ambiente, separarse de sus padres, disfrutar con otros adultos o pares, es parte de la autonomía y la seguridad sobre sí mismo que siente el niño. Se relaciona con el tipo de apego que haya construido en el vínculo con sus padres y esto a su vez tiene relación con la capacidad de los padres de estar disponibles (emocional y físicamente) para intentar descifrar las necesidades de su hijo.
Haber construido un apego seguro, una “base” segura con sus figuras de apego, le permite al bebé (y luego al niño) poder salir a explorar el mundo y así ampliar su experiencia sobre este mundo que lo rodea y en definitiva expandir sus posibilidades de desarrollo.
La autonomía se relaciona también con la capacidad de iniciativa, de pedir ayuda cuando no se logra algo y la de resolver situaciones cotidianas que se presentan como un desafío.


¿Qué podemos hacer para reforzar la autonomía en el niño?
· Confiar en que podrá hacerlo, en su capacidad.
· Alentar las iniciativas cotidianas del niño. No hacer todo por ellos.
· Apoyar y reforzar las señales de autonomía que da a lo largo de su desarrollo (querer dejar los pañales por ej.)
· Evitar comparaciones entre hermanos, cada uno lo hace a su manera y a su tiempo.
· No pedirle cosas que evolutivamente no puede hacer (como calmarse solo si es muy pequeño).
· Elogiar cuando logra hacer algo que antes no podía (atarse zapatos, subirse la ropa solo, etc.) y cuando lo intenta y no puede.


Empatía: ponerse en los zapatos del otro
Es un desafío para los padres hoy el poder construir este gran pilar en la vida de los niños. Ponerse en el lugar del otro no es posible hasta alrededor de los 3 o 4 años, edad en la que logran descentrarse y tomar en cuenta al otro como un ser con ideas y sentimientos propios.
Los niños pequeños no son egoístas, son egocéntricos, y no pueden tener en cuenta el punto de vista del otro. Esto no quiere decir que haya que dejarlos creer que su punto de vista es el único que tiene valor. Ya desde pequeños (desde los 2 años aprox.) hay que mostrarle que su deseo puede “chocar” con el de otro niño, por ejemplo en la disputa por un juguete. Es importante que el adulto exprese en palabras el deseo del otro y pueda ser intermediario en un conflicto que surge por querer algo. O cuando un niño pequeño empuja a otro o lo muerde (hecho bastante común cuando “conviven” muchos pequeños) el adulto podrá decirle “mirá, él está llorando porque no le gusta que lo empujes”, por ejemplo. De esta manera ponemos en palabras el sentir del otro y ayudamos a que el niño pueda poco a poco entender que lo que hace (su acción) tiene un efecto sobre los otros.
La empatía es una construcción intersubjetiva de vital importancia para la vida. La capacidad de ponerse en los zapatos del otro, es la base para la vida en grupo y en sociedad, para los vínculos de amistad y de pareja. Es fundamental para decodificar las necesidades del bebé cuando aún no hay lenguaje verbal (sólo llanto) y los padres intentan “ponerse en el lugar” de su hijo y calmarlo en esa necesidad. La empatía nos humaniza y nos diferencia de otras especies.
Los niños aprenden más de lo que viven en la cotidianeidad de su entorno, que de lo que podamos decirles con palabras. Un ambiente tolerante, comprensivo, respetuoso de los sentimientos de sus miembros, que valore la expresión de las emociones, es un ambiente propicio para que se construya la empatía.


¿Cómo ayudar a construir empatía?
· Mostrar sensibilidad frente a los otros.
· Mostrar confianza hacia los otros.
· Mirar a los ojos cuando hablamos con nuestros hijos o con alguien.
· Expresar lo que creemos el niño está sintiendo y validar esa emoción, no minimizarla. Ej. “entiendo que tengas miedo, mejor dejo una luz encendida” o “¿estas enojado?/feliz/?, etc.
· No juzgar a los demás por pensar distinto o tener otra realidad cultural, política, social.
· Ser tolerante.


Regular las emociones
Regular las emociones requiere de maduración neurológica y se construye en los primeros tres años de vida. Es un largo camino que se relaciona con la capacidad de reconocer las emociones en uno mismo y en los otros también. Ese reconocimiento (lo cual es lo primero que ocurre, reconocer las emociones) no necesariamente implica control sobre ellas, sino más bien lo contrario. El niño pequeño es impulsivo y tiene bajo control sobre las emociones, sobretodo antes de los 2 años.
Con la aparición del lenguaje, el niño puede mediar entre la emoción y la acción, pudiendo en cierta medida controlar su reacción o impulso. Los adultos referentes del niño pueden ayudarlo a construir esta capacidad que se asienta en la maduración neurológica, pero tiene mucho de aprendizaje del entorno en el cual se desarrolla la vida del niño. También se relaciona mucho con la forma en que los adultos que lo rodean puedan regular sus emociones. ¿Cómo resuelven los conflictos los adultos referentes? ¿Qué herramientas utilizan? ¿Suelen tener reacciones inesperadas? (gritos, desbordes, etc.) ¿Qué capacidad tienen de ayudar al niño cuando se siente desbordado por una emoción?
Todas estas preguntas se relacionan con la habilidad que, poco a poco, irán construyendo de regular sus emociones, habilidad interpersonal fundamental para establecer vínculos saludables.


¿Cómo ayudar al niño a regular sus emociones?
· No minimizar ni burlarse de una emoción en el niño (por ejemplo miedo).
· No juzgar la emoción, todas las emociones son válidas.
· Nombrar las emociones, reconocerlas en uno y en el niño.
· Consolar, brindar sostén emocional si se desborda.
· Mostrarse disponible aunque estemos enojados, por ejemplo frente a una rabieta (muy común a los 2/3 años de edad).
· Valorar el esfuerzo que haga por controlar su impulso.
· Mostrar modelos de resolución de conflictos basados en la escucha y el respeto por el punto de vista del otro.


Yohana Sampietro
LIC. EN PSICOLOGÍA PERINATAL

Fecha
02/06/2019
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