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Junio/2019

Mi hija no come

¿Cuántas veces han escuchado la frase “mi hijo/a no come? ¿Y cuántas veces la han expresado ustedes como padres o madres? Los bebés y la comida son un tema en sí mismo y en algún momento del desarrollo, nos inquieta y nos preocupa. Aquí un poco de la historia con mi hija Bianca, para que se sientan acompañados, si están transitando por ese proceso.

Comencemos por el principio. Los bebés durante sus primeros seis meses de vida, sólo se alimentan de leche, materna o de fórmula, pero leche al fin. Sus cuerpitos no están preparados para tolerar ni digerir otro tipo de alimento. Yo soy una defensora aguerrida y convencida de la teta por sus numerosos beneficios, tanto para la mamá como para el bebé, y me apena cuando veo madres que se niegan incluso a intentarlo. He escuchado frases tales como: “eso de la vaca lechera no me va, así que le pedí al ginecólogo que me corte la leche”.


¿Dar la teta es sacrificado? Sí, pero trae tantas bondades nutricionales, emocionales y psicológicas que vale absolutamente todas las noches en vela, el cansancio acumulado, la dependencia que les genera, las horas sin poder hacer “tus cosas” y tantas más.
La leche materna es la fórmula más perfecta e imposible de reproducir que existe en el mundo. La leche va mutando y cambiando sus componentes según las necesidades del bebé. Lo nutre e hidrata. Así que si me preguntan, ¿teta a demanda? Sí... teta totalmente a demanda. Ellos saben y sienten cuándo y cuánto necesitan tomar. Ahora... si intentaste y no pudiste dar la teta, hay algunas alternativas. Yo por ejemplo, le doné leche a una chica que no podía darle a su beba. Ella, quería al menos darle una mema de leche materna, al día así que pedía a sus conocidas que le donen. Y logró darle por varios meses, y a diario, leche materna sin problema. Hoy por hoy es una nena fuerte y sanita.

¿Pero qué pasa cuando arranca el momento de introducir los alimentos, de complementar con sólidos (llamo “sólidos” todo lo que no sea teta ni agua) y nuestros babys se niegan? Escupen, vomitan, lloran y hacen arcadas. O cuando directamente nos corren la cara y nos dicen “no” con la cabeza. Qué momento, ¿no? Si han pasado por esta etapa, seguro me entienden.

Cuando estábamos cerca del año de Bianca (actualmente tiene un año y cinco meses), comenzó a negarse a comer. ¡No quería nada! Si me aceptaba seis cucharaditas de comida, ya era todo un logro. Me estaba volviendo loca ya que me preocupaba un montón que no comiera lo que yo creía que debía comer. Y por más que yo sea cocinera, les juro que Bianca, en ese entonces, comía lo mismo que comían sus hijos a la edad de ella: poco y nada. Así que tuve que comenzar a buscar alternativas y soluciones porque el tema empezó a ponerse tenso. La hora de la comida era un caos. Intenté seguir todos los pasos que te recomiendan: que se siente en su silla, con su babero, que coma con la mano, que coma con cuchara, que coma antes de tomar teta, que coma después de tomar teta, hacerle el avioncito, el tren y todos los medios de transporte existentes con la cuchara. Nada funcionaba. Y a su vez, cada vez me pedía más y más teta.

Agotador... tuve unos días de llanto y cansancio. Hasta que comencé a informarme y di con un libro increíble. Carlos Gonzalez, pediatra español, un genio de verdad. Su libro se llama “Mi niño no me come” y ese título no podía caerme más en gracia. Me lo leí en dos días...literal. Desde el primer día, los cambios fueron visibles.


Primero: entendí que necesitaba bajar mis expectativas en cuanto a las cantidades que pretendía que comiese Bianca. Yo le hacía unos platos rebosantes de puré de varias verduras, pollo en bastones, y tomate en cubitos. Y pretendía que se comiese TODO!!! Pobre gorda... si comía todo eso, explotaba! (Jaja). A su vez, a ella le gusta comer y moverse. No soporta el babero y casi siempre toma agua en vasos normales. Y yo la ayudo, le enseño a tomar correctamente para no volcarse. Y si se vuelca, la cambio.

También entendí que cerca del año, les niños comen menos de lo que comían a los ocho o a los nueve meses de vida. En esa época están creciendo muy rápidamente y sus necesidades de alimento son mayores. Desde que nacen hasta el año, casi que duplican su altura y triplican su peso. ¿Se imaginan sí año a año, todos duplicáramos nuestra altura y triplicáramos nuestro peso? Seríamos GIGANTES transitando por la vida. Por lo tanto, tiene lógica que cerca del año, las necesidades de ingesta bajen. Entender esto fue clave para mí; ella se llena con la mitad del plato que le había servido y como consecuencia, trajo aparejado una tranquilidad inmensa. Asimismo, el gran detalle: cuando me dice “No”, es no. Si le ofrezco más y me dice que no, o me corre la cara, o no toma más alimentos con sus manitos, es porque ya no quiere más. No hay que meterle comida a la fuerza, no distraerla para que abra la boca como un robot mostrándole dibujitos en el celular, la tele o el iPad. Hasta el día de hoy, mientras come estamos muy atentos por si se atora o por si nos necesita, pero le damos su espacio para que explore y pruebe.

Y es que yo me propuse eso: que el momento de la comida sea sólo el de la comida. Que sea el lugar para aprender qué es lo que está comiendo, probando, que toque texturas, que aprenda los colores, que diferencie sabores, si le agrego aceite de oliva contarle que le estoy agregando aceite de oliva. De esta manera, ella comenzó a diferenciar los sabores y las texturas y hoy por hoy ya ve un tomate y espera a que le agregue su chorrito de aceite, le encanta!!! O si hacemos pollo al horno, en su plato va la pata muslo entera y de a poco, le vamos sacando la carne y ella la come a su ritmo, saboreando cada mordisco, por lo general con sus manos. Para nosotros esto es la comida. Un momento de encuentro y de charla. De aprendizaje. De conexión con la familia y los alimentos.

Hay días que come más, hay días que come menos. Yo le ofrezco y ella decide. Como consecuencia el destete se va dando poco a poco, naturalmente. No me puse una fecha límite. Ella va interesándose por otros alimentos y de a poco va soltando (soltándome). Jamás fui partidaria de sacarle la teta de un día a otro. Me parecía brusco, abrupto, violento e innecesario. Ahora toma menos que antes, pero toma. El apego seguro que esto les genera es impagable. Y si no pudiste dar teta, no pasa nada. Hay miles de maneras de conectar con nuestros hijos desde el amor y la paciencia infinita. Leerles cuentos por las noches. Escucharlos. Jugar con ellos. Acompañarlos. Hacer torres de pañales, dibujar en una cartulina gigante, llevarlos a la plaza. Estar ahí para ayudarlos a crecer. Transmitirles valores y un estilo de vida sano. Porque son nuestros hijos y sólo por eso, por ellos, todo vale la pena.



Mery Bernardi - Cocinera
Ig: @mery_bernardi
Email: mery.bernardi@gmail.com

Descripción

Fecha
02/06/2019
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